Mi nombre no es Roberto, pero es un nombre como otro cualquiera para firmar una breve historia vital sobre la búsqueda de la felicidad. Siempre fui muy precoz en todo y desde pequeño estaba buscando algo que no siempre se encontraba a la vista.
Recuerdo una temprana fascinación por las mujeres bellas y seguras de sí mismas, acompañadas por típicos tópicos de los que todos hemos bebido, como ropajes de cuero y botas de tacón alto.
Un carácter dominante en la búsqueda de admiración
Me considero una persona inteligente, reflexiva, imaginativa y dominante en muchos ámbitos. Encontrar la horma de mi zapato nunca fue tarea fácil. No podía sentirme atraído por una persona a la que no admirase, a la que no respetase como persona y de la que no creyese que podría aprender.
El sexo fácil nunca me atrajo, y alternar en sociedad no me resultaba especialmente gratificante por mi carácter introspectivo, y, seamos sinceros, por un cierto sentimiento de superioridad.
La necesidad de ser domado
Quizás precisamente por ello, porque no tenía rival en diversos aspectos de la vida, encontrar a la persona que domase la fiera que habitaba en mí se convirtió con el paso de los años en una necesidad cada vez más imperiosa. Pero mis obligaciones y la dificultad de la tarea siempre pospusieron mi búsqueda.
Un nuevo horizonte en el extranjero
La ocasión se presentó cuando comencé a trabajar en el extranjero. La diferencia horaria con Europa imponía muchas horas libres que poder ocupar en vagabundear las redes, aprendiendo, viendo y leyendo de las experiencias de otros, de las opiniones de otras personas y de los escarmientos también.
Por supuesto, me considero culpable de haber caído en el porno como una de las primeras fuentes de inspiración en lo que se refiere a prácticas, indumentarias, comportamientos, etc.
El encuentro con la primera D
Hasta que conocí a una persona especial por Facebook. Ella era de Arizona, donde yo trabajaba, y aunque vernos requería muchas horas de coche, ello también nos sirvió para posponer nuestro encuentro hasta el momento en el que, creo, ambos estábamos preparados.
Al principio había un enorme nerviosismo por mi parte. Nunca había quedado con una mujer dominante y que evidentemente estaba menos nerviosa que yo en el primer encuentro. Su presencia, su seguridad, su inteligencia, su forma de hablar, me cautivaron desde el comienzo. Ella hizo para mí que lo imposible fuera fácil, que comprendiera en poco tiempo que deseaba ser su juguete y su apoyo en todo lo que hiciera.
La prueba fallida
En cada encuentro, recorrer todos aquellos kilómetros se hacía muy fácil y estaba permanentemente excitado, expectante, pensando qué desearía hacer Ella ese día.
Todo parecía perfecto, hasta que un día ella trajo un nuevo compañero de juegos. Yo aún estaba muy verde y aquello no me pareció una buena idea. Sabía que no era yo quién decidía, pero entonces no comprendía que era una prueba para mí. Fallé. No me sentía cómodo y rehusé intentarlo.
Aquello enfrió nuestra relación. Poco a poco nos fuimos alejando y regresar a España fue una mezcla de sentimientos agridulces. Sabía que había perdido lo que siempre había deseado, pero ya no había marcha atrás. Aprendí que de lo que más se arrepiente uno no es de lo que se hace, sino de lo que deja de hacerse por miedo.
El reencuentro con Fet y una nueva oportunidad
Ya de vuelta en Madrid, años más tarde (no se encuentra un tesoro todos los días), se cruzó en mi Fet una mujer con la que ya había hablado 7 años atrás. Brevemente, nos habíamos gustado, pero luego, inexplicablemente, no habíamos continuado hablando. Nunca supe exactamente por qué.
El caso es que al volver a comunicarnos, fue como si la conversación se hubiera retomado del día anterior. Hubo un entendimiento total e instantáneo. Cuando algo así sucede, quiere decir algo…
Tres años de amor y lecciones aprendidas
Mi relación con esa impresionante mujer duró tres deliciosos y movidos años en los que tuvimos que luchar con mi constante falta de compromiso. Otras obligaciones succionaban todo mi tiempo y, al final, sucedió lo que tenía que suceder.
De cada experiencia se extrae una conclusión, y de la última mujer dominante que dejó su huella para siempre en mi vida no puedo por menos que sacar la conclusión de que nadie puede vivir por nosotros si nosotros no somos capaces de vivir lo que se nos ofrece.
Roberto
Muchas gracias por este post. Y por dar voz a Roberto.
La verdad es que este octubre está usted en racha. Tanto septiembre como este mes han sido increíblemente fructíferos para el blog; y es algo que se agradece.
Me alegra que te haya gustado la dinámica del blog, bastante más activa y celebro que lo vayas siguiendo. Gracias por tu comentario
Una compañera suya de gustos me ha hecho percatarme de que había usted finalmente publicado mi breve historia.
Gracias y espero que le sirva a alguien para extraer alguna conclusión.
Un Saludo Afectuoso.
Seguro que sí, nada cae en saco roto. Gracias por tu colaboración