Descubriendo el Poder de la Feminización: Una Experiencia Transformadora para la Domme y el Sumiso
La complejidad de la feminización en el sumiso
Llevo poco tiempo en el mundillo BDSM, pero creo que ha sido el suficiente para tener conciencia de que la feminización en el sumiso está entre el grupo de dinámicas más complejas e incomprendidas.
Así como todos sabemos que la Dominación no es tan simple como dar órdenes y que te obedezcan, feminizar a un sumiso no es tan simple como ponerle lencería, peluca, tacones y llamarle «zorra». Y mucho menos se usa el estereotipo de mujer «sexo débil» para desarrollar en sesión la humillación. Sea para humillar (su hombría) o empoderar (liberando su feminidad reprimida), siempre lo femenino es respetado, admirado y muchas veces incluso envidiado.
Dommes y sumisos practican la feminización sin prejuicios sociales, disfrutándola según sus necesidades y personalidad. Con lo que hay infinitas formas de experimentarla. Ellos nos ceden su cuerpo, su mente, su identidad y en contexto de feminización, también su género .
La experiencia personal de una Domme con la feminización
¿Qué sentimos las Dommes cuando feminizamos a un sumiso ?
Varia en función de como de afines somos con esta práctica. No es lo mismo utilizarla por capricho para someter a tu sumiso, que utilizarla siendo tu práctica fetiche, obvio. En cualquier caso, poco puedo compartiros porque apenas he leído publicaciones en primera persona al respecto ni tuve la oportunidad de tener charlas con otras Dommes que la practican. Así que me animo a poner mi granito de arena al respecto y voy a explicaros lo que he sentido yo cuando he tenido un sumiso feminizado a mis pies.
De los prejuicios iniciales a la plenitud de la feminización
Siendo honesta, en mi inicio de andadura como Domme, la feminización me atraía pero a la vez me producía cierto rechazo. Por muchos videos que veía, no lograba ver los sentimientos de dominación que pudiera estar sintiendo la Domme.
Estaba llena de prejuicios, para qué negarlo, así que al principio le daba de lado sin miramientos. No me avergüenza admitirlo, porque me siento orgullosa de haber sido capaz de abrir mi mente, de darle una oportunidad y, para sorpresa mía, de encontrar a través de ella el sentido de la Dominación que hoy día me da PLENITUD .
La primera vez que feminicé a un sumiso resultó una auténtica decepción. Por aquella época ya había sesionado con sumisos y había experimentado prácticas diferentes. Era el turno de la feminización y para ello elegí a una persona que resultó tener más prejuicios que yo con esta práctica. Las medias le incomodaban al extremo, el pintalabios le daba asco, y no recuerdo qué más le puse, pero la experiencia fue desastrosa . No podía haber elegido un peor sumiso para llevarla a cabo. No entró para nada en la dinámica a pesar de haberla consensuado y de ofrecerse a feminizar para darme la oportunidad de conocer y disfrutar de la experiencia. Mi gozo en un pozo, a los pocos minutos la di por finalizada, porque me estaba poniendo furiosa las bromas que hacía al respecto de algo que había planificado con toda la ilusión del mundo.
Mi segunda vez, con la lección aprendida, acordé una sesión con un amigo fetichista CrossDresser, un caballito ganador para conocer la práctica. Este día descubrí una cosa y confirmé otra que cambió la dirección del camino que había comenzado a recorrer como Domme .
Descubrí que un hombre vestido por y para mí, con lencería sexy, me consigue despertar un deseo sexual muy primario, muy posesivo y desvergonzado. Ese día se me quitaron cosas que no lograba entender del todo, sensaciones nuevas. Jamás había sentido algo similar. Desbloqueé una identidad sexual reprimida por prejuicios sociales que ni siquiera sabía que la tenía.
La tercera vez que feminicé a un sumiso lo hice en contexto D/s y afín a la feminización. Tengo un recuerdo muy bonito de ese día. Le acababa de vestir con lencería y tacones. Estaba de pie, inmóvil y obediente. Observé que le temblaban las piernas. Empecé a pintarle los labios, y observé que a mí me temblaba la mano. Estaba espectacular. Le llevé al espejo. Se moría de ganas por verse. Ese día besé por primera vez los labios de un sumiso entregado maquillados por mí. No soy capaz de describir lo que sentí. Tan solo os puedo decir que, a día de hoy, casi dos años después de ese momento, a él le siguen temblando las piernas en ese proceso y yo sigo sintiendo plenitud cuando recién le maquillo, le beso.
Así que, contestando a la pregunta planteada anteriormente de qué siente una Domme cuando feminiza a su sumiso, en mi caso, además de un extraordinario control del vínculo, complicidad y responsabilidad, siento que también es mi obra, mi propiedad y mi CREACIÓN. Compro su ropa y lencería junto con la mía, le tengo siempre en mente. Me encanta sentirme dueña fuera de sesión.
Planifico todos sus outfits motivada y muy enfocada al propósito que quiero lograr de él. Cuando lo consigo, es altamente satisfactorio.
Entrados en sesión le someto, le doblego, le llevo a sus límites, le gozo y le disfruto desde ese estado de confianza ciega en el que se siente querido, comprendido y aceptado, y que he logrado a través de la feminización.
Amaranta
Un escrito precioso y muy interesante para conocer la evolución de una persona respecto a una práctica, y para quienes, además, nos gusta o atrae la feminización, doblemente recomendable. Me quedo con la frase «siempre lo femenino es respetado, admirado y muchas veces incluso envidiado», resume perfectamente como entiendo la feminización y como creo que debe ser.
A lo que yo agregaría y bien lo dice Amaranta… Es nuestra obra de arte… El darle el tiempo para que pueda sentirse como una… Un alter ego… La primera vez que lo hice , fue con mi pareja … No sé si fue por qué era él o por que me excitaba mucho, tenerle bajo ese control… La suavidad de un hombre feminizado hace que me conecte a un nivel más profundo.