A pesar de lo fácil que es ahora acceder a información y a imágenes donde podemos ver prácticas BDSM y aunque a algunos les guste verlas y sientan cómo sube su excitación, una cosa es notar cómo se dispara la intensidad del deseo y otra es sostenerlo y vivirlo en primera persona.
Hay hombres que se me acercan por curiosidad y/o morbo sin haber experimentado nunca el desarrollo de un deseo de sumisión en ellos mismos y se sienten sorprendidos con la magnitud de su excitación al conversar conmigo aunque sea en un tono coloquial sin ningún indicio de interés sexual por mi parte, ni que Yo de forma consciente ejerza ningún nivel de Dominación. Pero las formas y maneras de la Mujer Dominante acaba atrapándolos y sintiendo emociones nuevas con las que a veces no saben situarse. Desconcertados con este descubrimiento se distancian porque no pueden integrar ese nuevo aspecto sexual que se manifiesta en ellos y entran en un conflicto consigo mismos. Es algo muy muy interesante para mí. Cómo a un nivel de fantasía se lo pueden tolerar pero cuando la realidad empieza a arrastrarles echan el freno y paran en seco.
Cuando estamos tras la pantalla, nosotros tenemos el control de lo que ocurre. No arriesgamos más que lo que nos apetece mientras consumimos de manera pasiva las sensaciones placenteras que nos inundan las pupilas o los textos que acarician nuestra mente. Pero esta vivencia fantasiosa no molesta al ego que se mantiene parapetado en sus prejuicios, en su comodidad, en su espacio de confort, donde no debe hacer un replanteamiento de quién es en realidad más allá de esa fantasía que está consumiendo y que si se vuelve incómoda, se apaga y se mira hacia otro lado, salvaguardando nuestra narrativa personal más allá del cuestionamiento del quién soy en realidad y por qué me pongo como me pongo al hablar con Ella o al ver determinados vídeos pornos.
En cambio cuando damos un paso adelante para vivir eso con lo que fantaseamos, las emociones se vuelven difícilmente controlables, ya no disponemos de un «botón de apagado» que nos lleve de vuelta a casa. La presencia del Dominante desestabiliza no solo al actuar como observador paciente sino que actúa a su propia voluntad y no alimenta la fantasía de la persona que se descubre con un atisbo de sumisión. El Dominante es un sujeto activo y acostumbrado a dirigir la propia escena, lo que lleva al interlocutor a dirigirse a un terreno inexplorado al que las alertas de su ego le indican que actúe con prudencia e incluso que busque una forma de escape acorde a su dignidad.
En la fantasía, ellos son directores y actores de su sumisión pero bajo mi mirada y mis órdenes ya quedan expuestos a un rol de sumiso con el que pueden llegar a sentirse muy incómodos porque pierden el control de su propia fantasía. Mi voluntad independiente rompe su ilusión de ser artífices del guión, dejándolos a merced de un deseo que no le obedece, sino que se mueve, por primera vez, al ritmo de una voluntad que no es la suya. Su cuerpo obedece al estímulo y la presencia de otra persona, Yo, y se precipita hacia un abismo que le da tanto miedo que necesita recobrar el control de su cuerpo y de su mente. Su cuerpo despierta a un lenguaje que a él mismo le cuesta trabajo aceptar. Voluntad y deseo se disocian, creándose una autopercepción de sí mismo que le incomoda y le impele a la retirada.
¿Y luego qué ocurre? Hay hombres que después de ese descubrimiento tratan de continuar con sus vidas, de «des-saber» ese camino que su deseo le llevaba a probar y se apartan, y otros, en cambio, aunque traten de olvidar ese descubrimiento no pueden. Han sentido algo que les ha permitido intuir o descubrir cómo y quiénes son en realidad y empiezan una lucha que les puede llevar toda la vida. Porque aunque se alejen de mí, me consta que ese descubrimiento queda depositado en su psique e inician una especie de peregrinaje que acabará de nuevo en mí o en la búsqueda de un Ama o buscando satisfacerse mediante otras muchas formas, incluso navegando en el olvido mientras acarician el sueño de haber sido mío durante unos instantes.
ScheherezadeDom
Este es otro de sus textos que da en la diana. Mención especial al párrafo final, que es uno de los más bonitos que he leído en este blog.
Siempre he creído que a los hombres nos cuesta cierto esfuerzo dejar que nos arrebaten el control. En la fantasía uno está muy cómodo; pero luego en la realidad… Creo que la mayoría de la gente no tiene ni idea de cuánto dominio se pierde sobre uno mismo con una restricción tan simple como atar unas manos a la espalda. El BDSM no es algo que se realice en dos tardes.